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viernes, 9 de octubre de 2015

PARIDAD POLÍTICA Y DERECHOS HUMANOS



“No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres,
sino sobre sí mismas”
Mary Woolstonecraft

Durante las últimas décadas del siglo XX, surgen en América Latina y en general en los países pobres, una serie de pensamientos que consideran una posición de opresión o subordinación de estos países respecto a los más ricos y poderosos, entre ellos la filosofía de la liberación, cuyo exponente principal es el argentino Enrique Dussel. No se refiere a libertad sino a liberación como proceso hacia la primera. La liberación en este proceso implica el reconocimiento del rostro del otro, del inequívocamente otro que interpela o provoca al pleno respeto de sus derechos, a que se le haga justicia, palabras del Doctor Jesús Antonio de la Torre Rangel (quienes como yo han tenido la fortuna de tenerlo como maestro saben de qué hablo).

A propósito de la reciente reforma político electoral, considero necesario analizar la cuestión de paridad incluida en dicha reforma a la luz de la filosofía de la liberación, en tanto que las mujeres hemos formado parte de un grupo que si bien en números es grande, en derechos y oportunidades nos vemos en desventaja por las construcciones de género en las que estamos inmersas. Peor aún si hablamos de mujeres en condición de pobreza o pertenecientes a grupos indígenas.

La paridad política es un tema que interesa a las corrientes feministas en el mundo. A mediados del siglo XX inicia una reinterpretación “política de la vida cotidiana, la sexualidad, el arte y la economía, llevada a cabo por mujeres y conocida como autoconciencia feminista, neofeminismo o movimiento de liberación de las mujeres”. (DUSSEL, 2011: 420)

Los primeros movimientos se identificaron con el “sufragismo”, posteriormente las demandas de las mujeres se fueron transformando. Entre los años sesentas y los ochentas estas demandas solían ser hacia el interior del sistema.

En el siglo XX la difusión de los ideales de igualdad entre mujeres y hombres y la creciente conciencia de la exclusión sistemática de los aportes de las mujeres al saber colectivo – y de la visibilidad de su condición y necesidades- dio origen al conjunto de teorías feministas que confluye en el feminismo filosófico de América Latina y el Caribe.
Sin embargo, las ideas del neofeminismo vienen en su mayoría de la lectura de textos de mujeres extranjeras por lo que puede entenderse que se contaba con poca producción regional que ayudara a reflexionar sobre las diversas problemáticas que día a día enfrentaban las mujeres.

Es necesario referirme a la igualdad como principio dinámico que puede ser interpretado de muchas maneras, por tanto puede decirse que dependiendo del tema en el que se pretenda aplicar, se le dará contenido. En lo que respecta a las construcciones de género, nos referimos a la igualdad jurídica entre mujeres y hombres que pareciera satisfacerse con el simple reconocimiento sin distinción alguna en la normatividad vigente, cuestión con la que no comulgo, puesto que para hablar de igualdad debemos reconocer primero que alguien padece desigualdad y generar condiciones mejores para este.

La filósofa mexicana Eli Bartra Muriá, refiere que en la actualidad, el feminismo latinoamericano ha obviado referirse a las diferencias de las mujeres como grupo social frente a los varones, subrayando las diferencias existentes entre las propias mujeres. A la vez reivindica una paridad entre los “géneros”, entendidos como grupos sociales resultado de una intensa tecnología cultural para amoldar a las personas según asignaciones económico-culturales impuestas a las portadoras y portadores de genitales femeninos y masculinos, en el ámbito social como en el privado.

Así, la nueva batalla de las mujeres implica no sólo la negación de la falsa naturaleza femenina impuesta socialmente, sino la propia identidad de las mujeres basada en sus vivencias y necesidades.

Asimismo, hace una crítica al multiculturalismo, pues considera que en esta corriente se postula la tolerancia a las diferentes culturas pero no así el respeto, impidiendo que el feminismo pueda reivindicar los derechos de mujeres en el ámbito internacional, en culturas específicas.

En América Latina hay problemáticas que vivimos las mujeres día a día que deben repensarse, reconocerse y ponerse sobre la mesa antes de hablar de que las condiciones están dadas para que exista una verdadera paridad política. Por ejemplo, ¿cómo será posible incluir a una mujer indígena a las decisiones de un sistema que la invisibiliza y excluye?, o bien, ¿Cómo se garantizará que la paridad trascienda de las candidaturas a la verdadera representación de las mujeres en las cámaras?

La situación de desventaja de la mujer con relación al varón es notoria y se traduce en la restricción en el acceso de las mujeres a los cargos de elección popular. Por ello es necesario y justificable el establecimiento de una acción afirmativa que ayude a acotar esa brecha. La paridad se da como forma de reparación de aquella legalización de la injusticia existente cuando las mujeres no contaban con el estatus de ciudadanas por interpretación de una norma que era omisa en cuanto a la puntualización del derecho a que la mujer pudiese participar en las elecciones del país.

Se considera que en la actualidad existen condiciones favorables para la verdadera participación política de las mujeres, pues debido a la reforma que postula la misma posibilidad entre hombres y mujeres para acceder a las candidaturas de legisladoras federales y locales, con lo que se pretende que en poco tiempo se alcance la inclusión plena de todas las mujeres a la vida política del país.

Lo anterior no ocurrirá automáticamente con el simple ajuste del texto normativo, sino que es necesario que se trabaje desde los partidos políticos en la modificación de la normatividad interna que los rige, la formación de cuadros capacitados (distinto a capaces) y el impulso verdadero de dichas candidatas a la ocupación de puestos en los que sean ellas quienes realicen el trabajo.


Para ello falta mucho trabajo, el hecho de haber incluido este principio en la Constitución no implica su verdadera vivencia. Es así que considero que para lograr generar una verdadera inclusión de las mujeres en la vida política y en general en la cambiante dinámica social, es necesario partir desde afuera del propio sistema, desde la liberación como proceso, desde el oír la voz del otro, reconocerle y actuar en consecuencia.


Paola Margarita López Macías.
Twitter: @maolita_


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